ARTÍCULO DE ALBERT GRAU, SOCIO DIRECTOR DE MAGMA HC, PUBLICADO EN LA VANGUARDIA. 30/04/2017
El Informe de Actividad Turística que ha presentado el Ajuntament de Barcelona ha reactivado de nuevo el debate sobre uno de los principales sectores económicos de la ciudad y que más controversia levanta. La división es casi al 50% entre los ciudadanos que consideran que la ciudad ya no puede soportar la llegada de más turistas y los que creen que se debe seguir promoviendo su llegada.
La lectura de los datos del Informe nos revela un dato incontestable: el turismo es valorado positivamente por más del 85% de los ciudadanos de Barcelona, un porcentaje que se reduce algo, pero siempre por encima del 75%, incluso en barrios turísticos clave como el Gòtic o Gràcia. Si la gran mayoría de la población se muestra favorable a la actividad turística, lo que está despertando el debate es la regulación de la actividad. Casi la mitad de los entrevistados creen que debe restringirse el número de turistas que llegan a la ciudad porque, según ellos, se ha llegado al límite.
Analicemos las cifras al detalle. El año pasado fueron 7,5 millones de turistas los que durmieron en hoteles de la ciudad con un total de 20 millones de pernoctaciones. Sin embargo, el aeropuerto del Prat registró más de 44 millones de pasajeros. Obviamente no todos ellos durmieron en la ciudad pero, los que lo hicieron, ¿dónde durmieron? Sin duda, en alguna de las 60.000 plazas extrahoteleras oficiales o en algunas de las muchas no oficiales. Eso significa que en Barcelona se podrían estar registrando hasta 22 millones de pernoctaciones anuales en alojamientos no hoteleros.
Al principio de los dos años de mandato en el gobierno municipal, la decisión fue activar una moratoria hotelera que se ha mantenido en muchos de los barrios de la ciudad hasta hoy. Se buscó un falso culpable para limitar la llegada de turistas pero, como se ha comprobado, de nada sirvió. El mismo gobierno ha reconocido que su principal preocupación en estos momentos es la proliferación de apartamentos turísticos ilegales. Muchos de ellos son un claro ejemplo de economía sumergida. Mientras los hoteles pagan sus impuestos, generan empleo y atraen inversión extranjera, los apartamentos ilegales contribuyen a desregularizar el sector dificultando su control. Es una lucha desigual entre quienes pagan sus impuestos y quienes no.
Los barceloneses quieren turistas pero los quieren de una determinada manera. No todo vale. Si se quiere regular un sector, primero se debería potenciar a los actores del mismo que cumplen con la normativa y aportan valor. De nada sirve prohibir la apertura de hoteles en el Gòtic si siguen abriendo centenares de apartamentos turísticos ilegales que generan incomodidades a los vecinos, además de incrementar el precio medio del alquiler y alejar a los barceloneses del centro de la ciudad. Se empezó la casa por el tejado a la hora de regular el sector turístico en Barcelona. De esta falta de control no tienen la culpa ni los hoteleros ni los turistas que vienen a disfrutar de nuestra ciudad atraídos por una oferta inigualable. Tanto unos como otros son activos de Barcelona. El problema está en otro sitio.